En 1954 se devaluó el peso mexicano frente al dólar. Esto
disminuyó todavía más el poder adquisitivo de los trabajadores y hubo en el
país una seria amenaza de huelga general, conjurada gracias a la oportuna
intervención del secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos. En 1955 se
convocaron elecciones federales para diputados, senadores y gobernadores de
siete estados. El PRI llegó a esta contienda muy fortalecido, pues se habían
incorporado a sus filas más de un millón de mujeres y los miembros de los
sindicatos de burócratas. Además, ya no había divisiones en el seno del
partido. La abstención fue muy alta, de cerca del 70 por ciento. El triunfo
para el partido oficial fue rotundo, a pesar de que en el Distrito Federal el
43 por ciento de los votos favoreció al PAN.
Durante 1958, el gobierno hubo de enfrentarse con varios
movimientos sociales. El primero de ellos fue la invasión, en varios estados
del norte de la República, de propiedades (muchas de ellas latifundios) por
parte de campesinos sin tierra. El gobierno expropió algunos de estos terrenos
y procedió al reparto agrario, con lo que controló el problema. También tuvo
lugar un conflicto en la enseñanza provocado por un grupo de docentes formados
en el cardenismo, que tenían problemas con el sindicato oficial y decidieron
declararse en huelga como medio de presión. El movimiento fue reprimido con
violencia por la fuerza militar y policial, pero ante la condena de la opinión
pública, el gobierno decidió negociar y concedió las mejoras salariales que
demandaban los maestros disidentes. Surgió además otro conflicto en el gremio
ferrocarrilero, que fue considerado muy peligroso para la estabilidad política
nacional, dada la importancia de los trenes en la economía mexicana y las
repercusiones que podría tener el movimiento en otros sindicatos. Esta vez no
hubo conciliación y el conflicto se prolongó hasta el siguiente sexenio, en que
se reprimió con violencia y fueron detenidos sus promotores.
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